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16.1.11

El paso del tiempo deja huellas imborrables. Y momentos perdidos. Sueños robados. Logros olvidados. Aspiraciones frustradas. El tiempo olvida y, a su vez, selecciona sutilmente los recuerdos. El tiempo enseña a aprender de los errores. Y obliga a no repetir los fracasos. Si más no, se sirve de ellos para evitar esas sensaciones embarazosas que hemos sentido todos alguna vez. El tiempo es un compañero de viaje. Nos acompaña a nuestro último destino, y sin detenerse sigue su andanza. El tiempo se pierde en líneas superfluas que evitan nombrarlo en exceso por miedo a las reprimendas. Su rutina se pierde tras el fin de un nuevo día. Y mientras, él deja que soñemos con momentos eternos, pero en su mundo paralelo, el de lo real, sigue avanzando en las agujas del reloj. Y tras cada suspiro, un nuevo segundo se evapora. Y otro. Y otro más.

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